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domingo, 23 de diciembre de 2012

Tita Merello. A 10 años de su muerte.


 Hoy se cumplen  10 años de la muerte de Tita Merello. Una vida de leyenda. Carismática, ácida, tierna, inteligente, jodida como pocas. Una personalidad difícil, un talento grande. Todo explicable por una infancia dura, que conoció el hambre y la soledad. Y desde entonces, los golpes que recibió la convirtieron en lo que fue y es. Desde dormir en un banco en Plaza Lavalle a su amor que se volvió imposible, Luis Sandrini, el amor de su vida. Parecía eterna. Y no estuvo tan lejos de serlo, dado que vivió 98 años. Quizás no fue casual que se fuera de este plano justo un 24 de diciembre, ella que convivió tanto con la soledad. Soledad que comprendo y de la que me doy una idea, conociendo su difícil historia. Y como contrapartida, ese humor que tenía, que no le debía envidiar nada a los capocómicos. Un par de ejemplos:
 Tita (a los 90 años): “Bueno, y ahora me voy porque tengo pileta”
 Entrevistadora: “¿Pileta?”
 Tita: “Sí, dejé ropa en jabón.”
 Otro ejemplo:
 Entrevistador: “Tita, cuándo te diste cuenta que eras famosa?”
 Tita: “Cuando me empezaron a fiar.”
 Aprendió a leer a los 20 años.
 En los 80 aconsejaba a las mujeres: “Muchachas, háganse el papanicolao”.
 Solía decir: “Uno esconde la ternura.”
 Es difícil separar la persona del personaje que eligió o no tuvo más remedio que representar en esta vida.
 Persona/personaje de mi niñez y adolescencia, a quien busqué en algún viaje a Buenos Aires en mi adolescencia, en la calle Rodríguez Peña, donde ella vivía, soñando con verla.
 Hay gente que deja una huella.
 Tita Merello. Tita de Buenos Aires.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Aquel 22 de diciembre en el que Federico García Lorca estuvo en Rosario.


En la casa de Federico García Lorca en el Huerto de San Vicente, Granada, mayo de 2012.
Un día como hoy, 22 de diciembre, pero de 1933, Federico García Lorca visitaba Rosario. Esto ocurrió dentro de su estadía de varios meses en Buenos Aires, convocado por su incipiente éxito como autor. Feliz idea que tuvieron quienes lo convocaron, tanto en Buenos Aires como en Rosario. Estuvo sólo dos días aquí. Dio una conferencia en el desaparecido Teatro Colón (Corrientes entre Urquiza y Tucumán), tocó el piano en el Club Español, tomó el té en la confitería de la tienda “La Favorita”, cenó en el “Grand Cifré” (Palacio Fuentes), entre otras tantas actividades. Pasó la noche en el Hotel Italia (actual Sede de Gobierno de la UNR, Maipú al 1000). Se comenta que, caminando por la ciudad, se topó con las rejas del puerto, y preguntó: “¿Tenéis un río?”.
Tres años después sería asesinado en su tierra, convirtiéndose en una de las primeras víctimas de la guerra civil española.
Este año tuve la suerte de conocer en Andalucía los lugares en los que vivió transitó Federico. Habitar esos lugares, conectarme con cada detalle. Y acá en Rosario hago lo mismo, cuando paso por alguno de esos lugares que él visitó. Recopilación de impresiones, sensaciones, sentimientos e ideas que en algún momento pasarán al papel. Ser querido y admirado, tanto por su vida como por su muerte. Creo que cumplió el deseo que todo verdadero poeta quizás tenga, el dejar imágenes grabadas en quienes conocen su obra. A mí, entre tantas de ellas, me dejó la imagen de 4 hadas bailando sobre mi dedo índice. Es entonces cuando se produce el agradecimiento del lector al poeta.
Hoy recuerdo esta historia casi milagrosa, el día que Federico García Lorca estuvo en Rosario. Y no puedo dejar de emocionarme al pensar que pasó la noche del 22 de diciembre de 1933 muy cerca, a sólo 4 cuadras de mi casa…

Mi visión del fin del mundo

Más allá de la saturación de chistes que hay -sobre todo hoy- al respecto, y más allá de los extremos que van desde el escepticismo y la burla total sobre cierto cambio que puede haber, hasta el exceso de información sobre el por qué del 21/12/2012, me parece que podríamos aprovechar el día de hoy para tener un instante de reflexión, un momento a solas con nosotros mismos. Alejarnos de todo estímulo externo, e intentar –aunque más no sea eso, intentar, lo más a lo que puedo llegar yo al menos- acercarnos a nosotros mismos, a nuestra esencia, a nuestro ser más desnudo, desvalido y más puro.Realidad, símbolo, metáfora, arca de Noé sólo para iluminados o lo que sea, puede resultarnos muy y útil pensar: ¿Qué pasaría si este fuera el último día de mi vida? Y no lo digo como pregunta trillada, ni como detonador para argumento de película de Hollywood protagonizada por Hugh Grant. Si se te fuera todo a la mierda, ¿en qué pensarías? ¿En qué cosas de tu vida te fuiste al carajo y no eras totalmente consciente hasta hoy? ¿En qué momento te olvidaste de lo importante? ¿En qué momento tu vida se llenó de oscuridad? Eso que ahora, con más nitidez que nunca, te das cuenta que era lo que realmente importaba. Porque el fin está cerca y ya no tenés más tiempo. Y no hablo de ir corriendo a tus viejos y decirles que los querés, ni de correr en pelotas por un campo de girasoles que es lo que soñabas hacer desde los 5 años.Tenga quien tenga razón, y pase lo que pase hoy 21 de diciembre de 2012, hay cierta forma de Apocalipsis que ya estamos viviendo. Que no dura lo que un evento del facebook, sino que puede ser toda una etapa: asesinatos, violencia en la calle, en el fútbol y en todas partes; muertes por cáncer o ACV, personas que nos sentimos solas a pesar de estar rodeadas de gente, ¿vinculándonos? más que nada por twitter, msn, skype, páginas de contacto, Facebook (al que a pesar de eso agradezco la posibilidad que me da de llegar a mis conocidos con cosas como ésta), cultura de la imagen, niños asesinados por gente de su mismo circulo, mujeres quemadas o asesinadas por sus maridos, tragedias evitables por inconsciencia o negligencia, catástrofes climáticas de las que echamos la culpa a supuestos problemas psíquicos del tiempo (“Qué tiempo loco!”).La lista es desalentadora, pero por eso mismo pienso que podría ser un crecimiento el vincular lo que hoy el mundo está padeciendo con esto otro que es algún tipo de “Fin”.Quizás hay algo muy sutil que se nos está escapando. A cada uno de nosotros, no hablo solo de “los que tienen el poder”. Y esto más allá de las creencias de cada uno. Personalmente creo que hay algo más allá de nosotros. Algo que trasciende. No logré enganchar con ningún grupo espiritual, siento que vivo para la mierda, saltando de una en una sobre un montón de tragedias íntimas. Y en esa contradicción entre luz y oscuridad circulo por el mundo. Como todos nosotros.El cambio no depende de un bando político u otro, ni de un dios u otro. Hay hilos más sutiles a los que no les estamos prestando atención. Y no puedo ser muy claro, porque para mí mismo no está claro; hablo desde la intuición.Quizás se puede hacer el ejercicio: sacate por un rato a Tinelli, sacate la idea de que sos lo que tenés, sacate la sobredosis de ángeles y el exceso de prácticas espirituales y terapias altenativas, sacate el personaje que suponés que tenés que interpretar, sacate las obligaciones, desnudate de la forma que sea, hacé 5 minutos de silencio e intentá reencontrarte con vos.Hay muchas variantes de “FIN”, capaz que podemos ayudar para que sea el fin de otras cosas menos copadas que el mundo.  Y me lo digo en primer lugar a mí mismo. Espero poder hacer el intento al menos.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Cenando con Edith Piaf al pie de la Torre Eiffel




Ese fue uno de los momentos mejor vividos de mis pocos días en París. Ver la Torre Eiffel de noche es algo totalmente distinto a verla de día. A determinado intervalo de tiempo, además de su iluminación habitual, se encienden miles de luces intermitentes. Un espectáculo que no se puede describir con palabras. Una noche se me ocurrió (afortunadamente) cenar al pie de la Torre. Esto suena mucho más caro de lo que fue, porque mi cena consistió en un menú económico comprado a unas cuadras, consistente en un shawarma, una gaseosa y postre. Llegué con mi menú a un descampado que hay hacia uno de los lados de la Torre y allí me instalé. Había mucha gente allí; de a ratos, inesperadamente, irrumpían inmigrantes que ofrecían botellas de champagne a las parejas que estaban en el lugar, hasta que la policía los corría.
Me puse los auriculares de mi mp3 y empecé a escuchar esta canción de Edith Piaf mientras miraba la Torre Eiffel http://www.youtube.com/watch?v=460wnNCb9qc
Fue un instante capturado con todos los sentidos; hoy, cuando vuelvo a escuchar esta canción, lo vuelvo a vivir como si estuviera allí. Es por eso que de entre los mejores recuerdos de mi viaje, me quedó esta noche, cenando con Edith Piaf al pie de la Torre Eiffel.




domingo, 25 de noviembre de 2012

Sonrisas...





Cada sonrisa una historia,
cada mirada un lugar...
cada rostro una emoción,
un camino compartido...
cada alma, un poco mía,
un secreto revelado,
un corazón entregado,
una tarde que nos une;
cada mano se entrelaza,
se abraza y se aferra
a otra mano, cual la tierra;
el camino no termina,
sólo cambia su sentido,
se recuerda lo vivido
y se sigue construyendo.
Y el agua sigue pasando,
por el río de la vida…

jueves, 15 de noviembre de 2012

Nuevamente...

Una vez más junto los pedazos, una vez más.
A veces con más convicción en que conviene seguir,
a veces con ganas de abandonar.
Muchas preguntas. Pocas respuestas.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Amelia Bence, los ojos más lindos del mundo

Hoy cumple años Amelia Bence, una de las últimas sobrevivientes de las primeras décadas del cine argentino, los años 30 y 40. Supo guardar el secreto de su edad mucho mejor que Mirtha Legrand. Oficialmente nació en 1919, pero hay otras versiones que indican que podría haber nacido en 1911 o 1913; es decir que cumple entre 93 y 101 años. Filmó una de las primeras películas sonoras, creo que fue la tercera del cine argentino, "Dancing", junto a Luis Sandrini. Por suerte para ella y su coquetería este película está perdida. También participó de la primer película argentina de género policial, "La fuga" (1937, Luis Saslavsky), junto a Tita Merello y Francisco Petrone. En 1942 filmó uno de los clásicos del cine argentino, "La guerra gaucha" (Lucas Demare). En los 60 participó en la primer película de temática "hotel alojamiento", fórmula que luego se repetiría hasta el cansancio. Se llamó "La cigarra no es un bicho" (1963, Daniel Tinayre). E infinidad de películas más, entre ellas, una que quedó como un adjetivo ligado a su nombre: "Los ojos más lindos del mundo". De chica estudió con Alfonsina Storni en el Conservatorio Infantil Lavardén. Hace pocos años hizo de directora de escuela en el programa de Pablo y Pachu, y en 2010 filmó una nueva película, con una participación especial, "El día que cambió la historia". En teatro, profesionalmente, empezó hace ya 80 años, en 1932, en una obra de teatro llamada "Mujeres", junto a Mecha Ortiz. De manera que lleva una trayectoria de 80 años o más. Trabajó con casi todos. Al menos hasta el año 2010 se mantuvo en actividad, pero desde entonces, por un problema de salud, sus apariciones son poco frecuentes.
Dos épocas de su carrera en el cine:
"El día que cambió la historia" (2010) (minuto 3:45)  http://www.youtube.com/watch?v=A37CigjQ2xY

"Los ojos más lindos del mundo" (1943) http://www.youtube.com/watch?v=cyG-Kbf6FII&feature=relmfu

viernes, 9 de noviembre de 2012

Un día como hoy, 10 años atrás, se iba de este plano mi abuelo Valentín, a los 103 años, luego de haber atravesado 3 siglos: del último tramo del 19 a los primeros del 21, y el 20 de punta a punta. El domingo anterior había comido lechón, y durante la semana había observado entre sus manos una foto de mi abuela de 1927, que se había ido 4 años antes. Con lo celosa que era, supongo que cuando se reencontraron, hace hoy 10 años, ella le debe haber reprochado "¿Cómo tardaste 4 años en venir? ¿Qué estuviste haciendo todo este tiempo allá?"

viernes, 2 de noviembre de 2012

El día que un Feliu casi termina, sin querer, con la Monarquía Española.


Se comenta que en Figuerola D`Orcau, el pueblo donde mi abuelo nació, un Feliu antepasado mío plantó un olmo, en el mismo lugar donde está el plátano que se ve en la foto (hacia el centro), al lado de una iglesia y junto a la carretera que atraviesa el pueblo (a la izquierda de la foto). En una oportunidad, Alfonso XIII (rey de España en ese momento, hasta el año 1931), abuelo del actual Rey de España, pasó circunstancialmente por el pueblo. Para ese momento, el olmo tenía ya varios años, y había alcanzado un tamaño tal que para circundarlo hacían falta 8 personas. Como el Rey no quería detenerse por mucho tiempo en el pueblo, se le hizo algún tipo de recepción debajo del olmo, dado que estaba junto a la carretera y de esa manera evitaba entrar al pueblo. A las pocas horas de haberse ido el Rey, se rompió una gran rama del olmo y cayó en el mismo lugar donde él había estado.
El 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda República Española, y el Rey Alfonso XIII huyó de España. La monarquía no volvería hasta 1975, año en que muere el dictador Francisco Franco y es nombrado rey Juan Carlos de Borbón, nieto de Alfonso XIII, que continúa hasta la actualidad. Quizás otra hubiera sido la historia si la rama de aquel viejo olmo plantado por mi antepasado Feliu hubiera caído unas horas antes. Y entonces ese ancestro, sin querer, hubiera cambiado el destino de un país (para mejor o para peor, no se puede saber). La anécdota llega hasta aquí, pero una pregunta, la posibilidad de algo ronda mis pensamientos. Es sólo una idea y no tiene ningún fundamento: ¿Y si alguien hubiera “ayudado” a que esa rama se desprendiera? ¿Si quizás alguien la serruchó para dejarla a punto de caer? Lo único que apoyaría mi especulación es el contexto social y político de aquella época, en que el anarquismo estaba muy extendido. De hecho, en el casamiento del mismo rey Alfonso XIII, en 1906, hubo un atentado anarquista. Muchos años después, la escalada de violencia de la que no quedó exento ningún bando en España desencadenaría en la Guerra Civil, una herida tan grande que todavía se siente con intensidad. Pero eso es otra historia...

sábado, 20 de octubre de 2012

Juan Carlos Mareco (1926-2009)


 Conductor, actor, cantante, periodista, comediante. Carismático. Pertenecía a una raza cada vez menos frecuente de figuras que pueden hacer de todo un poco, y hacerlo todo bien. Aunque las generaciones más nuevas lo hayan conocido más como periodista o conductor, tenía también grandes dotes de comediante, componiendo varios personajes. Debutó en cine en la película "El otro yo de Marcela", junto a Delia Garcés y Alberto Closas. Acompañó al Topo Gigio en la TV. Y mucho, mucho más. Un pedazo del espectáculo argentino. Sigue viviendo en la memoria de la gente.

El tío Emilio y la Tanta


 Hace pocos días llegó a mis manos una antigua foto de mi tío Emilio. Está muy deteriorada, dado que alguna vez se mojó con agua. Hoy justamente se cumplen 20 años de la desaparición del Tío Emilio.
 En realidad era mi tío abuelo, casado con la tía Luisa (a la que le decíamos “Tanta” por una derivación de “Tante” (tía, en francés), hermana de mi abuela. No tenían hijos.
 El tío Emilio era aficionado a la fotografía y también al cine. Gracias a él, tenemos hoy filmaciones muy antiguas de mi familia, algunas pocas de fines de la década del 30, y otras que van de la década del 40 a la del 60: el casamiento de mi tía Mabel, mi mamá a los 6 o 7 años, las reuniones familiares, y tantos otros acontecimientos.
 La Tanta y el tío Emilio siempre fueron los tíos abuelos que más quedaron grabados en mi memoria; si bien tenía otros tíos abuelos que vivían a sólo un par de cuadras de mi casa, mientras ellos dos vivían en Cruz Alta y sólo los veíamos cada tanto, cuando venían a Marcos Juárez para las fiestas o nosotros íbamos allá.
 Fue justamente en una de esas fiestas -la navidad de 1988- que el tío Emilio me regaló mi primera máquina de fotos, marca Casio.
 Todo se dio porque previamente, yo me había comprado con toda ilusión una máquina de fotos para niños que había salido. Ni siquiera se la podía llamar máquina de fotos, era más bien un juguete que sacaba fotos. Su nombre “Hi Color Micro 110”, era mucho más sofisticado que la cámara, en realidad. Como en ese momento él estaba de visita en Marcos Juárez, le fui a preguntar si sabía cómo funcionaba. Él, quizás conmovido por mi intento de hacerla funcionar, no pudiendo saber si realmente servía, me regaló más tarde la cámara Casio. En esa navidad de 1988 saqué mis primeras fotos, aconsejado por él, y a pesar de mi gran timidez. Esas fotos fueron tambiñen el registro de la última Navidad que la Tanta y el tío Emilio pasaron con nosotros.
 El tío Emilio vivía la paradoja del fotógrafo, la que implica, tener el poder de “congelar momentos”, pero por esa misma razón, no poder quedar incluido en esas mismas imágenes. El tío Emilio era “el hombre detrás de la cámara”, ya sea de fotos, o de cine.
 La Tanta y el tío Emilio fueron ese tipo de personajes de la niñez que uno nunca olvida. En estos días recuerdo con cierta nitidez la voz del tío Emilio, incluso su olor. Tenía cierto carisma, y una forma particular de demostrar afecto. Solía, a modo de caricia, agarrar muy fuerte de la piel debajo de la mandíbula, tan fuerte que dolía, pero él no se daba cuenta.
 La Tanta también es un personaje inolvidable. Siempre tenía algún problema de salud, pero por su forma de ser, era una persona que causaba gracia. La veo todavía en la cocina de mi abuela, a la hora “del te”, preguntándonos a mi hermano y a mí si tomábamos “biscuik” (por “Nesquik”). La Tanta era aficionada a la pintura. Pintaba cuadros al óleo, con una gran paciencia. Creo que al no haber podido tener hijos, ponía en esos cuadros todo el amor y la dedicación que no había podido brindar. Hoy alguno de esos cuadros adorna las paredes de mi casa. Porque sé que en esas pinceladas al óleo que se unen formando paisajes o ramos de rosas está lo mejor de mi tía Luisa. Es su legado.
 Recordarlos a ellos es recordar una parte de mi niñez, cada vez más lejana pero imborrable. Y recordarlos no con nostalgia, sino con alegría, agradeciendo esas huellas que dejaron en mí, esos destellos de alegría.

Niní Marshall, 15 años después


¿Qué puedo decir sobre ella que no se haya dicho ya? Mi historia personal con ella arranca más o menos a los 15 años, cuando, en medio de la gran soledad de mi adolescencia, descubrí a una señora mayor, una actriz de las de antes, que hacía cosas graciosas. Y a mis 15 años comencé a buscar cosas sobre ella, a ver sus películas, a guardar los recortes de diarios y revistas en los que se hablaba de ella. Ella ya casi no aparecía en público, pero en 1992 fue a recibir el Premio Podestá a la Trayectoria Honorable. Yo, en mi pueblo, desde un televisor, pude verla reaparecer en público, en un momento muy emotivo para todos los que estaban ahí, que la aplaudieron de pie. Desde ese momento mi admiración por ella creció aún más. Fue un duende que le dio alegría a mis conflictivos días de adolescencia. Otros chicos de mi edad admiraban a los Gun n´Roses, yo admiraba a Niní Marshall. Este mismo año 1992, fui con mi colegio a Buenos Aires. En un momento me escapé del grupo y empecé a preguntar dónde quedaba la Plaza Vicente López. Sabía que frente a esa plaza, en la calle Paraná al 1200, -y aunque me costara creerlo-, viví Niní Marshall. Así fue que llegué a la plaza, la misma plaza donde, en los años 30, Niní se sentaba a escribir sus libretos mientras su hija Angelita jugaba. Miré una a una las ventanas donde había gente; por momentos me parecía verla, pero no.
Volví muchas veces a esa plaza; casi no hay viaje a Buenos Aires en el que no pase por allí.

Pasaron muchas cosas más en todos estos años. Si bien no pude cumplir mi sueño de conocerla, pude conocer a su hija Angelita y contarle todas estas cosas. Ella, al ver mi llanto de emoción, me dijo “Te entiendo, porque ella hubiera reaccionado igual que vos”.

Niní Marshall dejó muchas huellas en mí. Quizás más de las que me imaginaba en aquella adolescencia. Muchos años después, me encuentro siendo actor, y dentro de ello, con una gran tendencia, convicción, vocación y gusto por dedicarme al humor. Quizás en parte sea por ella. Me gusta pensar que, salvando las distancias, tomo una pequeña posta dentro del camino que ella hizo en el humor, y en el “humor de autor”, nada menos.

Hace 15 años que Niní Marshall terminó su paso por esta vida. Quedan muchas cosas de ella. Su familia, sus películas, sus programas de televisión y de radio, su informal título de “Madre de los humoristas argentinos”, y en mí, la belleza de su luz, de su esencia, que me acompaña en este hermoso camino del teatro. Cada función que hago, sin excepción, llevo en mi mochila dos fotos. Una, de “Mamamá”, mi abuela materna. Otra, de Niní Marshall. En algún momento previo antes de salir a escena, en un ritual íntimo, miro esas dos fotos y me conecto con esos dos seres para que me inspiren, me acompañen y me guíen durante la función.

La casualidad quiso que hoy, 18 de marzo, vuelva a subirme a un escenario para la hermosa y difícil tarea de hacer reír. Voy a estar pensando en usted, Niní, y sé que con su cálida sonrisa me va a estar acompañando.

                              Daniel.


Osvaldo Miranda (1915 – 2011)


 La noticia me puso triste. A los 95 años te fuiste, luego de una vida plena. Eras alguien a quien no sólo admiraba, sino a quien también quería mucho. Y que un artista provoque ambas cosas, no es tan frecuente.
La noticia no tuvo demasiado lugar en los medios televisivos, salvo en los noticieros. Estaban demasiado ocupados en el video clandestino de una mala actriz besándose con un ex funcionario; en un grupo de personas obesas subiéndose a una balanza para ver cuantos gramos habían bajado hoy, o en un grupo de chicos y chicas veinteañeros y lindos hablando de lo que pasa adentro de una casa luego de estar varios meses encerrados, haciendo nada.
Es que hablar de vos es hablar de alguien que empezó de abajo, es hablar de 75 años de carrera artística, es hablar de un “dandy”, un “prototipo del porteño”, algo que está muy lejos de la globalización que hoy padecemos.
Eras la expresión de aquello que vamos dejando cada día más atrás: el talento, el esfuerzo, la trayectoria, la identidad, una forma de vivir, nuestra historia.
Compartiste tu vida y tu carrera con nombres que hoy son leyenda: Florencio Parravicini, Niní Marshall, y tantos otros cuyos nombres en bronce denominan una calle, un teatro o algo más. Estuviste con otra leyenda en los últimos instantes de su vida: Enrique Santos Discépolo, de quien decías que era “Un poco mi padre, un poco mi hijo, un poco mi hermano”.
Eras radical “Pero radical de Irigoyen”, decías.
Fuiste uno de los mejores comediantes que tuvimos; ojalá muchos actores jóvenes vean tus trabajos, son una verdadera enseñanza, tan aprovechable como una clase de teatro. Tu estilo, tu carisma, tu manejo de los tiempos en la comedia, tus matices, tus expresiones, son una lección para todo actor.
Durante gran parte de tu carrera no fuiste “cabeza de compañía”, como se decía antes, pero quizás por esa misma humildad te mantuviste vigente durante tantos años. He escuchado palabras muy afectuosas de gente que te admira, así que se ve que hiciste las cosas bien.
Eras elegante, ocurrente, tanto dentro como fuera del escenario. Tenías ese humor inteligente, sutil, que hoy no es fácil encontrar, haciendo comentarios como:
-     “Yo no sé por qué la gente ahora anda por la calle con esos bolsos tan grandes, que hay que esquivar, sino te tumban. Yo les pregunto: “Perdón, ¿está de mudanza? O me dan ganas de decirles: “La próxima vez que piense en salir a la calle con un bolso así, piense en su madre; que en eso, no lo voy a dejar solo.”
-     “La primera vez que aparecí en un programa de teatro, lo único que había debajo de mi nombre era el nombre de la imprenta.”
Persona o personaje, no lo sé ni importa: tu arte estaba siempre presente.
El grupo "Miranda" se llama así en honor a vos; buscaban un nombre que fuera sinónimo de elegancia y distinción y eligieron el tuyo.

Si bien me queda pendiente el sueño de compartir una charla con vos, pude conocerte cuando viniste a Rosario hace 13 años con una obra de teatro. Saliste del teatro El Circulo y enseguida cruzaste a un teléfono público que estaba frente al teatro para llamar a Amelia, tu mujer, y contarle cómo te había ido en la función.
Aquel momento inolvidable para mí quedó reflejado en una foto que me saqué con vos. Y si bien en ella me cortaron la mitad de la cabeza –riesgos que corremos los altos- sigue siendo un hermoso recuerdo. Aquella mano que me animé a poner sobre tu hombro para la foto, todavía recuerdo el momento. Al igual que con Niní, cada vez que viajé a Buenos Aires pensaba en vos. Hace 3 meses, habiéndome enterado por casualidad de tu dirección exacta, pasé varias veces frente a tu casa, y te busqué con la esperanza de verte en alguna puerta o ventana. Los “no” que me dije a mí mismo impidieron que me anime a preguntarle a alguien si todavía vivías ahí.
Amabas a tu ciudad y la caminabas seguido, por ejemplo por calle Florida, mirando el sol de frente, lo cual te ayudaba a mantener tu bronceado de todo el año, sin depender de camas solares.
Recordabas con respeto, amor y admiración a todos los grandes que conociste. Tenías miles de anécdotas, eras la versión masculina de China Zorrilla. Como aquella que contaste cuando te vi en teatro: estabas con Discépolo en un bar de Punta del Este, y al lado de ustedes, había un hombre que no paraba de gritar y moverse. Ya se ponía molesto, vos te enojaste pero Discépolo se te acerca y te dice, señalando al tipo: “Perdonalo, el señor se acaba de enterar de que es un pelotudo, y lo está festejando.”
¿Cómo no admirarte? ¡Eras la manifestación de tantas cosas que son patrimonio de los argentinos!

Sos una de mis inspiraciones a la hora de hacer humor. Todo un referente. Un maestro. Un grande.
Creo que si hubieras tenido la oportunidad de decir algo respecto a tu muerte, hubieras dicho, con tu habitual humor, lo mismo que dijiste cuando te retiraste de tu carrera: "Prefiero que la gente me diga "¿Osvaldo, por qué te vas?" y no "¿Osvaldo, por qué NO te vas?"
Gracias por habernos brindado tantas cosas.
Gracias por tu memoria prodigiosa.
Gracias por habernos entretenido poniéndole tu cuerpo a tantas historias y personajes a lo largo de 70 años de carrera.
Gracias por las risas que nos regalaste.
Siempre te voy a recordar, como lo hice hasta ahora. Y voy a recurrir a vos cuando necesite inspiración.
Te quiero y te admiro.
Daniel.


Una anécdota familiar


 Ocurrió en el año 1930, y me lo contó una de sus protagonistas, mi abuela. Habían ido de vacaciones de verano a las sierras de Córdoba, y ese día estaban en Río Ceballos. Estacionaron el auto en la calle principal y salieron a caminar por el pueblo. Cuando volvieron, se dieron cuenta que les habían robado algunas cosas que estaban adentro del auto, entre ellas, una cámara de fotos Kodak. Mi abuelo hizo la denuncia a la policía. Al día siguiente, en el diario local, salió la noticia, que empezaba más o menos así: "El señor Valentín Ramírez (mi abuelo), denunció que en el día de ayer, le sustrajeron...". Al final de la noticia, como cierre, el periodista escribió: "LE DEJARON EL AUTO Y TODAVÍA SE QUEJA".

Nochebuena en Marcos Juárez...


 Estaba recorriendo en auto las calles de Marcos Juárez en busca de alguna heladería abierta, tarea en la que no tuve éxito. La Nochebuena pintaba tranquila –como después lo fue, demasiado quizás-, como viene sucediendo desde hace años…
Cuando estaba a punto de doblar la esquina de mi cuadra –esquina donde vivieron mis abuelos- vi que por la calle en que yo venía, iban caminando dos personas. Una vestida de Papá Noel, la otra con un gorro como el de él. El cuadro era lógico en Nochebnuena. Sin embargo, había algo que me llamaba la atención, más allá de lo pintoresco. Estas dos personas no iban por la calle con la actitud que uno supone que tendría alguien que va disfrazado por la calle. No había risa, ni reacciones reprimidas, ni nada. Sólo una conducta sobria de dos personas que van por la calle. Sumado a esto -lo que hacía más llamativo el cuadro- es que el “Papá Noel” caminaba ayudado por un bastón. No sabría determinar la edad de la mujer o joven que lo acompañaba, con ropa común y el gorrito navideño. Yo los miraba desde lejos, viéndolos atravesar la calle perpendicular a mi calle, esa cuadra donde pasé tantas navidades y los primeros 18 años de mi vida. Esa cuadra que hoy no tenía nada de aquellas navidades, por la mesa cada vez más chica, y más aún porque ese mismo día habían debido internar a mi tío, que era el dueño de la casa que nos reunía a todos en aquella Nochebuenas de mi niñez y adolescencia. Así como ese Papá Noel con su acompañante sobria cruzaban mi calle, así también estaban atravesando en ese momento mi vida, mi historia, en ese “aquí y ahora”. Contrariamente a la inercia que hubiera sido esperable, no me detuve en mi casa, sino que di vuelta a la manzana para volver a cruzármelos, tratando de observarlos lo más disimuladamente posible. Repetí esto una tercera vez, pero para entonces, los dos misteriosos seres ya habían desaparecido. Habrán entrado en una casa de la zona. Quizás…
No pude evitar tomarlos en serio a Papá Noel y su acompañante. Ese caminar discreto, ayudado por un bastón, ese aire sobrio que tenían a pesar de sus vestimentas, les daba una gran verosimilitud. Tenían algo de genuino. Y entonces vi otra escena, dentro de la escena de mi Navidad. No digo que haya sido para mí una Navidad-garrón (si algo estoy aprendiendo con los años, es que la felicidad es algo que se construye como con una serie de bloques; a veces desaparecen algunos pero aparecen nuevos bloques con los que se construyen nuevos focos de felicidad. Si se piensa a la felicidad como algo que está sólo en una única sucursal, te condenás a  cierta forma de muerte).
Esa escena dentro de mi escena, que vi tan genuina que pensé: “esto también es la realidad”( no me refiero a una interpretación boluda y superficial al estilo película yanqui, de todo esto que relato). Sino que vi una realidad tan real como la mía, una historia que se cruzaba con la mía, como la calle por la que iban Papá Noel y su acompañante, y la calle de mis primeros años. Ellos con esa aire, atravesaban una escena con muchos silencios y se apoderaban de ella. Soy del teatro y no puedo dejar de ver y pensar todo esto con ciertos criterios teatrales quizás. Y puedo decir con seguridad que esta Nochebuena vi en el escenario de mis primeros años a Papá Noel y su acompañante, muy serios y concentrados yendo hacia quién sabe qué lugar a cumplir quién sabe qué tarea. Y entonces todos mis recuerdos felices, mis duelos ya realizados y mis puntos oscuros se resignificaron por esa noche al verlos a ellos y se volvieron funcionales a esta visión. Fue un regalo de Navidad.




  

Acerca de “El malentendido”, de Albert Camus


Desde hace varios años, sin proponérmelo, venía “siguiendo” a Camus, encontrando alguna resonancia en mí de eso que nunca terminé de comprender bien pero que se llama “Existencialismo”; y sin ser un gran lector de literatura y mucho menos de filosofía, excepcionalmente leí dos obras de Camus: “El extranjero” y “El primer hombre”. Y después, sin esperarlo ni buscarlo, surgió la posibilidad de hacer “El malentendido”. Siempre resonó en mí ese concepto del “sentirse un extranjero” –creo que pocos seres humanos escapan a esa sensación-. Todos los que vinimos de otros lugares a estudiar a Rosario y luego nos quedamos, nos sentimos un poco extranjeros. Extranjeros acá porque no tenemos pasado, porque esta ciudad no albergó nuestra niñez; extranjeros en el lugar donde nacimos, porque después de tantos años ese ya no es nuestro lugar; tenemos seres queridos, recuerdos entrañables y no tanto, pero sentimos que ya no pertenecemos ahí. El pasado en un lugar, el presente en otro. Descendemos de  inmigrantes; de extranjeros que encontraron aquí su patria. Como mi abuelo Feliu, que se adentraba en las sierras cordobesas juntando piedras, porque eso le recordaba su Cataluña natal. Para él, esa felicidad estaba cargada de añoranza.
  Y también muchos, en mayor o menor medida, nos sentimos extranjeros en este mundo actual, donde es cada vez más difícil vincularse; donde la soledad es inversamente proporcional a la frecuencia con que nos vinculamos a través de los medios virtuales.
 En Camus y sus personajes hay muchas preguntas, hay mucho dolor pero también hay mucha esperanza, porque algunos de ellos buscan una vida distinta. Juan, el hijo que vuelve, busca su patria; Marta, su hermana, busca el mar.
  La madre quizás ya perdió toda esperanza, y hace mucho que se resignó a esa vida gris y sin sentido. Como mucho, lo que puede hacer es acompañar a su hija Marta en sus acciones.
  El criado, ser aparentemente marginal y de perfil bajo, es un testigo lúcido de toda la historia. El silencio le da poder. ¿Quién será este ser? ¿Será lo que muestra o será otra cosa?
  Marta es una asesina que vive en una tierra gris y sin futuro, pero a pesar de eso, con sus palabras terribles pero cargadas de esperanza, muestra su anhelo de conocer el mar, de ir a esa tierra donde el sol lo devora todo. Ese mismo sol que, como Dios, está en todas partes, ese sol que también está en la Argelia de la niñez de Camus. Y el mar, que es a la vez sonido y silencio.
  María, la mujer de Juan, es para él la imagen de la felicidad, de esa vida nueva que él logró construir. Ella es otra voz, es quien intenta sacar a Juan de su obsesión. Pero ella no tiene lugar en ese plan que Juan pensó para el reencuentro con su familia. Juan viene a ocupar el lugar del padre, y en ese deseo, la esposa no tiene lugar.
  Camus fue actor en su juventud, y quizás ponga en los personajes de Marta y Juan sus propias preguntas, sus propios dolores y sus propias contradicciones, y los pone a jugar en esa historia. Él, a pesar de su gran aporte a la literatura y a la filosofía, no fue sólo un hombre de letras, sino que conoció el teatro desde adentro, prestándole su cuerpo.
 Como francés nacido en Argelia (en ese momento colonia francesa), Camus fue un extranjero en su propia tierra. Juan vuelve buscando su patria. No puede ni quiere seguir siendo un extranjero.
  Me siento un afortunado de poder darle voz y cuerpo a ese Juan. El texto que más quiero de mi personaje es cuando le dice a María, su mujer: “Un hombre necesita la felicidad, es verdad, pero también necesita encontrar algo que lo defina. Necesito recuperar mi lugar en este país y reencontrarme con mi familia…”
  Como dice la canción que cantan los personajes:

                                         “Esperaré, porque el pájaro que huye
                                          viene a buscar el olvido a su nido.”

Jorge Luz (1922-2012), el mejor actor cómico argentino del siglo XX



Te fuiste sin que pueda cumplir mi sueño de conocerte. Quizás así debía ser. Fuiste el MEJOR actor cómico de la Argentina, no sólo dicho por mí, sino nada menos  que por tu querida Niní Marshall. Pero como no tuviste una vida trágica, no te convertiste en mito. Nadie fue tan versátil, tan completo, igualmente bueno en la tragedia que en el humor. “Los 5 Grandes del Buen Humor”, infinidad de personajes, tus imitaciones inigualables de Tita Merello y Berta Singerman, de la Coca Sarli, y tu inolvidable “Porota”, personaje que me hizo reír como nadie en mi niñez y que 25 años después me sigue haciendo reír a niveles inigualables.
Tu capacidad para componer los personajes más variados, desde un señor guarro a una heroína del cine argentino de la década del 40, tu manejo de los tiempos, tu poder de observación, tu capacidad para imitar. Sos una de mis grandes inspiraciones y uno de esos actores a los que me refiero cuando digo que tuve muchos maestros que no conocí en persona pero de los que aprendí viéndolos en sus películas o programas de TV. Fuiste mucho más grande de lo que pensamos. Tu primera aparición en cine fue como extra en una película de Niní Marshall, inolvidable escena en la que apareces siguiéndola por una playa de Mar del Plata, en 1940. Sos tantas cosas para todos y para mí, que las palabras no alcanzan. Feliz Viaje de Vuelta, como se dice en estos casos, “te fuiste de gira”. Pero voy a terminar con una visión cómica, que es una de las cosas que aprendí  de vos, así que no voy a decir la pelotudez que se dice siempre “está haciendo reír a Dios”; encima de tener que llegar al Cielo, que no sé cuánto trabajo costará, cargarte con la responsabilidad de tener que hacer reír a Dios es cagarte el viaje, así que llegá y arrancá con perfil bajo, reencontrándote con tu hermana Aída, con Niní Marshall, con tu querido Cecilio Madanes y con los que tengas ganas de encontrarte. Con los otros no, ya por compromiso uno hace demasiadas cosas en la tierra, aprovechá la eternidad de otra manera. Si podés averiguá si French y Berutti eran pareja, siempre tuve la duda, andaban demasiado tiempo juntos.

Escribe Maritriz de Jaén


Es mi prima andaluza, con la que estuve hace poco en Sevilla.
“Hola primo de las América. Como estoy enterá que por allí están cerca de la primavera, y como sé bien que son época en que a la persona nos agarra así como una avidé de afecto, una avidé de sastifacé la hormona que en esta época se ponen como una moto, que eso lo sé bien yo, que a mí cuando me pasa, se me cruza un chaval y no se me escapa ni con alas, más con los calore que hacen aquí, que eso tú lo has pasao cuando estuvistes. Os deseo que tós tengái palenque ande rascarse, como decís vosotros, para que podái retozá en los parque, acariciá una mano cálida, miraro a los ojo y amaro mutuamente, que este tipo de mutualidá en el amó es meno burocrática que la de las obra sociale. Ya sé que la época es difícil pa´los vínculo, hasta pa´las amistade está difícil. Ay, Dios mío de mi alma, si padeceré la precariedá de los vínculo! Tanta virtualidá y curtura de la imagen, tanto consumo, que nos parecemo cada vez má a una planta! Y ni siquiera, porque la planta se vincula con los pajarillo que se le posan en la rama, y con los perrillo que las eligen pá levantá la pata y mostrarle sus parte íntima. Pero vorviendo a lo que iba, que no me quiero poné yo quejosa. Ya sea pa´l amó o pa´el tole tole, os deseo que esta primavera os coja en compañía de alguien, que los primero aire de la primavera, cuando tó huele a azahare (bueno, en vuestro caso, a jazmín del Paraguay y magnolia), esos primero aire son más bonito cuando son cuatro fosa nasale las que se lo disputan y no dó. Un abraso pá tós los argentino! Anda que es bonito tu bló, guapo! Que te cunda!!

domingo, 30 de septiembre de 2012

Cuando una pasión trasciende cualquier obstáculo...


Exactamente 80 años después de que mi abuelo dejó Cataluña para emigrar a la Argentina, vuelvo a reencontrarme con su historia, sus orígenes, sus errores y sus sueños, los que se cumplieron y los que no.
En la década de 1920, mi abuelo, Buenaventura Feliu, que en ese entonces tenía unos 15 años, construyó, junto a otros jóvenes del pueblo, este "local" (llamado así porque si bien es edificio teatral, el objetivo era usarlo también para otros fines, como reuniones, bailes, etc. La historia de cómo se concretó esto, y de sus finalidades, es larga y quedará para otro momento.) Siendo actor, conocer este lugar, que está casi como cuando mi abuelo emigró, y pisar su escenario, fue sumamente emocionante. Ver el hueco para el apuntador donde mi abuelo se ubicaba cumpliendo esa función, el modesto palco, alguna mesa de aquella época...
 Este edificio sobrevivió la ocupación durante la guerra civil española, cuando todos los habitantes del pueblo tuvieron que abandonar sus casas. Figuerola d´Orcau y otros pueblo de la zona quedaron entre los dos frentes, el Republicano y el franquista; finalmente los franquistas ocuparon Figuerola, el pueblo fue desalojado, y la gente se tuvo que ir con lo que pudo. http://ca.wikipedia.org/wiki/Front_del_Pallars
 Los franquistas, como era previsible en estos casos con este tipo de ideologías, usaban como combustible libros, puertas y todo lo que encontraran a su paso, durante los meses que duró la ocupación. Entre esos libros-combustible (Qué increíble, como pasó aquí en Rosario con la Biblioteca Vigil!), se encontraban seguramente los libros de mi abuelo, que dejó en casa de unos vecinos cuando emigró a la Argentina, en 1932. Entre ellos quizás estaba "Terra baixa" (Tierra baja), la obra de teatro de Ángel Guimerá que mi abuelo puso en escena en épocas de la Fraternidad Juvenil. De manera que este edificio es un hermoso ejemplo de resistencia. Actualmente pertenece al Ayuntamiento, y estaba alquilado a la gente de un restaurant, que durante unos 25 años lo usó como depósito, hasta que -casualidad o no-, en mayo de este año, mientras yo estaba allá, el edificio fue devuelto al Ayuntamiento para recuperar su uso original. Esto fue el resultado del trabajo de un grupo de gente del pueblo, entre los que se encuentra mi entrañable prima María Rosa Feliu, que en esta agrupación cumple el rol de secretaria, al igual que lo hacía mi abuelo, Buenaventura Feliu en la Fraternidad Juvenil (¿Otra "casualidad"?). A fines de agosto se reinauguró el local, aquí se puede ver una nota; aunque está en catalán, hay muchas imágenes del teatro. http://www.lopallars.tv/programes/cultura/93-casal-de-figuerola.html


El teatro de la Fraternidad Juvenil, Figuerola d`Orcau, provincia de Lérida, Cataluña, España

El antiguo teatro de la Fraternidad Juvenil, 80 años después, y un Feliu que vuelve a reencontrarse con él.


Sobre el escenario. Cuántas historias guardará este lugar 


viernes, 21 de septiembre de 2012

Daniel, la cámara y la criada de los García Lorca

 Hace unos meses estuve en Sevilla y no podía dejar de visitar los lugares relacionados con la vida de Federico García Lorca. Empecé por Fuentevaqueros, su pueblo natal, cerca de Granada, donde vivió hasta los 6 o 7 años. Fui a la casa donde nació, recorrí sus calles y observé cada detalle de la vida cotidiana de ese pueblo. No sólo por el afecto y la admiración que siento por Federico, sino también porque todo, todo puede ser potencial material para un actor. Se me ocurrió que no sería tan descabellado pensar que todavía podría quedar alguien que lo haya conocido, razón por la cual me lancé a las calles del pueblo en busca de gente de mucha edad. En una calle que lucía como cualquiera de los "pasajes" de Rosario, o los "callejones" de Marcos Juárez, mi ciudad, encontré a la mujer de la foto. Tomando sol en la vereda, sentada como lo hace la gente en mi pueblo, y con los pies sobre otra silla. A su lado, en el piso, un bastón. Con la excusa de no saber dónde quedaba el museo-casa natal de Federico, me acerqué y le pregunté (qué maravilloso y emocionante fue poder hacer esta pregunta: "Perdón, ¿Me podría decir dónde queda la casa de García Lorca?" Parecía que tenía una cita con Federico; esa pregunta tan cotidiana, más todo lo que vi después, me dieron una dimensión humana de su persona, fuera del mito.) La señora me contestó, y luego fui a lo que me interesaba: "¿Y usted lo conoció a Federico?". A lo que me contesta: "Hombre, si le habré hecho la cama". En ese momento me sentí en la gloria. Con el miedo a perder el momento, busqué la cámara y el mp3; la cámara no andaba, le cambié la batería alevosamente delante de la señora, y comencé a filmar cual cámara oculta de noticiero sensacionalista. Según me dijo, había sido criada en casa de los García Lorca: "Lavaba, fregaba...". No me dijo mucho más. Me fui con la sensación de que caminaba a medio metro del suelo. Después, guías de otros dos museos de García Lorca me dijeron que seguramente era mentira, que todos en el pueblo dicen que lo conocieron. Es posible que así sea, es posible que no; los argumentos de los escépticos no eran del todo coherentes tampoco. Es verdad que los García Lorca se fueron de allí cuando él era chico, y que sólo volvían ocasionalmente. Quizás nunca sepa la verdad, si esa señora le hacía la cama a García Lorca o no -pensándolo bien, si alguien va a mentir diciendo que lo conoció a Lorca para hacerse notar, suena raro que esa persona se atribuya una profesión de criado, y decir que lavaba y fregaba; podría haber seguido la mentira y decir que era amiga de la casa-.. En fin, sea como sea, eso ya no importa; después de todo, lo que sentí e imaginé cuando me dijo "Hombre, si le habré hecho la cama", no me lo quita nadie. Y eso sí es real.

Acá empiezo

Una forma de compartir ideas y otras yerbas aprovechando estos medos virtuales, que alguna cosa buena tienen. El tipo de cosas que publique, se definirá con el tiempo. Como decía mi abuelo en una especie de proto-blog personal y mecanografiado de los `90, "veremos qué pasa".